jueves, 11 de agosto de 2011

Una mujer

No podía dar crédito a sus ojos. Esa rubia era lo más hermoso que había visto en la vida. Magda sintió cosquillas en el estómago y en otras partes. Cuando se dio cuenta que llevaba unos 15 segundos sin la hablar, la empleada repitió- Buen día. ¿Qué va a llevar?

-Un capuchino frappé- respondió avergonzada.

Discretamente miró sus senos perfectos y descubrió un gafete con su nombre: Rosalía.

Magda le llevaba unos 15 años, la chica tendría a lo mucho unos 22. Se sintió vieja, gorda y arrugada.

Aún así, fue fielmente a comprar su café matutino para cruzar las 9 palabras diarias con Rosalía.

Magda había tenido muchos novios, pero ninguno que la hiciera sentir así. La verdad sus novios habían sido tan importantes como el mobiliario de su casa: cómodos, aburridos, nada especial. Grandes roperos con llaves pequeñas.

Un mal día llegó con tiempo de sobra a la cafetería desierta. Se sentó a sorber su café en una mesita en donde no perdiera de vista esos ojos verde-miel por los que vivía.

Se abrió la puerta de cristal y entró un joven bien vestido. Rosalía abrió mucho los ojos y casi gritó -¿Qué haces aquí?

-Se me olvidaba ésto.- Y la besó. No fue algo espectacular, fue uno de ésos que dicen "nos vemos luego".

El hombre salió tan rápido como entró y dejó a Rosalía con una sonrisa en la boca.

Entonces Magda tuvo una epifanía. Ya sabía lo que necesitaba para ser tan feliz como aquel muchacho:una mujer. Y no se detendría hasta encontrarla.

3 comentarios:

  1. Es lo que todos necesitamos para ser felices sin duda, yo ya tengo una mujer que me hace feliz aunque a veces me saca de mis casillas. La llamo mamá.

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  2. Ahhh! qué bonito U^^ algo triste creo pero me gusta lo triste. La protagonista es chévere, no se corta las venas ;)

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  3. Estaría bueno hacer un cuento de las mamás.
    No quiero que mis protagonistas se corten las venas. Bueno, la mayoría no...

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