-Un capuchino frappé- respondió avergonzada.
Discretamente miró sus senos perfectos y descubrió un gafete con su nombre: Rosalía.
Magda le llevaba unos 15 años, la chica tendría a lo mucho unos 22. Se sintió vieja, gorda y arrugada.
Aún así, fue fielmente a comprar su café matutino para cruzar las 9 palabras diarias con Rosalía.
Magda había tenido muchos novios, pero ninguno que la hiciera sentir así. La verdad sus novios habían sido tan importantes como el mobiliario de su casa: cómodos, aburridos, nada especial. Grandes roperos con llaves pequeñas.
Un mal día llegó con tiempo de sobra a la cafetería desierta. Se sentó a sorber su café en una mesita en donde no perdiera de vista esos ojos verde-miel por los que vivía.
Se abrió la puerta de cristal y entró un joven bien vestido. Rosalía abrió mucho los ojos y casi gritó -¿Qué haces aquí?
-Se me olvidaba ésto.- Y la besó. No fue algo espectacular, fue uno de ésos que dicen "nos vemos luego".
El hombre salió tan rápido como entró y dejó a Rosalía con una sonrisa en la boca.
Entonces Magda tuvo una epifanía. Ya sabía lo que necesitaba para ser tan feliz como aquel muchacho:una mujer. Y no se detendría hasta encontrarla.
Es lo que todos necesitamos para ser felices sin duda, yo ya tengo una mujer que me hace feliz aunque a veces me saca de mis casillas. La llamo mamá.
ResponderEliminarAhhh! qué bonito U^^ algo triste creo pero me gusta lo triste. La protagonista es chévere, no se corta las venas ;)
ResponderEliminarEstaría bueno hacer un cuento de las mamás.
ResponderEliminarNo quiero que mis protagonistas se corten las venas. Bueno, la mayoría no...