domingo, 30 de enero de 2011

Libros de revolución

Un viejo reporte de Tropa vieja y Los de abajo.

El libro de “Tropa vieja” trata de la vida militar de Espiridón Sifuentes. Él llega a esa vida después de ser encarcelado por ebrio y peleonero. Las autoridades de La laguna deciden mandarlo al ejército porque se necesitan hombres como él y ahí ya no dará más problemas.
Sifuentes se va a Monterrey dejando atrás a su querida madre y a su compadre Celedonio, quien promete cuidarla.
Espiridón cuenta cómo funciona el ejército desde dentro: cómo sufren los soldados por sus familias que se encuentran lejos, cómo terminaron ahí (muchas veces a la fuerza), la poca comida que reciben, los golpes e insultos que soportan diariamente, el uso de drogas para sobrellevar la dura vida, etc.
Las semejanzas que encuentro entre “Los de abajo” y “Tropa vieja” son: que los personajes hablan del mismo problema visto desde los distintos frentes de batalla, el lenguaje coloquial en el que hablan los personajes, que se habla acerca de la mujer revolucionaria y que ambos protagonistas sufren  grandes pérdidas en la guerra.
Los personajes principales de ambos libros tienen también sus similitudes; tanto Demetrio Macías como Espiridón Sifuentes  pertenecen a pueblos, a la clase baja, entran al conflicto armado por motivos diferentes a sus convicciones políticas y el final para ambos protagonistas no  podría llamarse “feliz”.
Poco antes del final, Demetrio promete regresar con su familia y olvidarse de las batallas (cosa que no cumple).
Mientras que a Espiridón no le queda más que permanecer con su mujer por el hecho de haber perdido un brazo en combate. Los acontecimientos bélicos no sólo le arrebataron a algunos amigos, a su madre y su brazo. También lo dejaron inútil para la vida del trabajo.
Para ambos personajes la vida revolucionaria se convierte en la única forma de existencia que conocen, no buscan ya un cambio político o social; por momentos la sufren y en otros la disfrutan (o por lo menos la sobrellevan).
El libro de “Tropa vieja” me gustó más porque tiene narración más interesante y se reconocen fácilmente las partes de la novela.
Me gustó que en ambos libros se habla un poco acerca de las mujeres que vivieron en la revolución, ya sea de un frente o del otro.
También me gustó la participación de personajes ajenos a los pueblos que querían participar por convicción política y social: Luis Cervantes en “Los de abajo” y el reportero Otamendi en “Tropa vieja”.
Creo que leyendo ambos libros nos podemos dar cuenta que en la guerra no existen buenos ni malos, que en la guerra participan sólo personas, muchas veces personas manejadas por otras con un mayor poder.

Reyes 2009

Era la tarde del 5 de enero. Hacía frío a pesar de ser casi las dos, la baja temperatura no impedía a la gente pasear por el centro del municipio. Parecía un día normal pero no lo era.

Desde las nueve de la mañana, hora en la cual yo esperaba el camión, vi una escena graciosa. Un montón de colores se acercaban hacia mí. No era otra cosa sino un globero. Me sorprendió la siguiente escena cuando el joven que toca la campana del camión de la basura pasó corriendo a su lado.
Una imagen divertida: muchos colores y ruido ensordecedor.

Luego subí al microbus, me puse mis audífonos y olvidé lo que había sucedido. Al llegar al gimnasio vi a mis amigos inflando muchos globos, parecía como si fuera cumpleaños de alguno pero no era así. Ellos siguieron inflándolos mientras yo entrenaba. Cuando terminé Oswaldo me contó que había comprado 40 globos y los vendería.

Me cambié, me despedí de mis amigos y decidí ir a visitar a uno más a su puesto. Llegué y me contó que Oswaldo no iba a vender nada, que le dejó el trabajo a Héctor. “Pescadito”, como le llaman a Héctor, es un niño de unos quince años.

Pensé que “Pescadito” era demasiado joven para vender globos, para mí es un bebé. Además seguramente no le iban a pagar mucho. Y lamenté estar en lo cierto porque al amarrar débilmente los globos perdió cuatro.

Y ahí estuve sentada en el puesto platicando con mis amigos de temas insignificantes. Aún así me di cuenta del día poco común, no le había tomado mucha importancia porque ya no soy una niña. Pero no había pensado en quienes trabajan vendiendo juguetes o globos, quienes tienen hijos ni en los mismos niños.

Me pareció triste ver a un niño de unos 6 años diciéndoles a sus papás que juguetes quería que le compraran. Puede ser algo más práctico para ellos, pero quita un poco la magia de ser niño. Cuando creces vas perdiendo esa visión rosada del mundo, es normal, pero me alegro de haberla tenido alguna vez.

En cada esquina del centro de Tlalnepantla había globeros. Globos rosas, azules, verdes y amarillos. Unos más brillantes que otros. Con dibujos de los Reyes Magos o caricaturas.
Incluso pensé en comprar un globo para mí y otro para mi amiga Chio. Obviamente “Pescadito” intento convencerme, pero no escuché. Los globos son efímeros y faltaba mucho tiempo para el anochecer. Además, ¿Cuál era el sentido de hacerlo ahora?

Creía que lo más importante para un niño serían los juguetes en la mañana del 6 de enero. Pero, recordando anécdotas de mis amigos cuando eran pequeños, concluí que comprar el globo para lanzar tu carta también es muy importante. ¿Cómo iban a traerte algo los Reyes Magos si no se los pedías?

No fui a comprar juguetes en la noche,  ni acompañé a alguna mamá a hacerlo. Pero el cinco de enero es todo un espectáculo desde las nueve de la mañana o incluso desde antes.

Familia

Las familias no son perfectas. La Iglesia mormona tiene la creencia de que las familias son eternas. No sé si sea verdad, lo cierto es que todas tienen problemas. Ya sea un divorcio, violencia doméstica, abandono o alguna situación similar.

Muchas veces me quejo de mi padre, en realidad no llevamos una buena relación. Nunca coincidimos en nuestros puntos de vista. También supongo que sigo resentida porque nunca estuvo presente.

Nunca tuve una figura paterna. Tal vez pudiera ser un tío que me visitaba cuando era pequeña,  pero desafortunadamente un asaltante lo mató. Recuerdo poco de él, pero tampoco tengo muchas memorias de mi padre.

Y no es porque mi padre no quisiera estar conmigo. Mi padre es un militar jubilado. Ahora trabaja en la policía federal. No sé porqué le gustan los trabajos así.

Lo que no notamos cuando somos niños o jóvenes es que nuestros padres también tuvieron padres y posiblemente ellos tampoco hicieron un buen trabajo. Pensamos que deberían saber cómo ser padres sólo porque son adultos.

Legalmente soy adulta pero no tengo ni la menor idea de cómo cuidar a un niño. Ser padre no es fácil. Y menos si se tuvo una vida sin padres, como es el caso de mi papá.

Nunca  me había contado su historia tan ampliamente como lo hizo esta vez. Nunca quise saberla en realidad. Me bastaba con culparlo por su mal desempeño como padre.

Mi papá, como todo el mundo, tenía un padre y una madre. Vivía con ambos y sus tres hermanos. Nunca tuvieron mucho dinero.

Cuando tenía siete años su mamá murió. Él pasó deprimido bastante tiempo. Su padre trabajaba como obrero y nunca estaba en casa así que él y sus hermanos tuvieron que hacerse cargo de las labores del hogar como lavar, hacer la comida y estudiar.

El abandono hizo que mi papá y sus hermanos se volvieran más independientes, pero también que se la pasaran en la calle. ¿Qué  más podría hacer un grupo de niños? El mayor de sus hermanos tenía diez años y la menor, meses.
Su padre los mandó a un internado católico fuera de la ciudad en Ozundilla, Estado de México. Ellos no soportaban estar encerrados. A sus tías no les pareció y los regresaron a la casa pero tampoco quisieron hacerse cargo de ellos con excepción de la menor.

Continuaron la vida de pobreza y descuido pero al crecer decidieron trabajar. Mi padre pasó por muchos empleos: vendedor, obrero, ayudante de zapatero y demás. Lo que fuera para ganarse unos pesos.

Abandonó la primaria dos años a causa del trabajo y la depresión. Al volver al estudio lo ayudaron las palabras de maestros entusiastas. También escuchó a su padre, que a pesar de no tener educación, lo aconsejaba en ser siempre muy trabajador y estudioso.

Cumplidos los 16 años entró a la secundaria nocturna. No abandonó el trabajo e incluso se inscribió al Penthatlón.
Siempre le ha gustado hacer ejercicio, supongo que debe ser a raíz de esa buena experiencia.

Dicen que el Penthatlón es la escuela del carácter y la formación ciudadana. Como sea que fuere, hizo que mi padre ganara confianza y se volviera más positivo. También ahí oyó hablar del Heroico Colegio Militar.

Decidió presentar su examen al Colegio Militar, al Politécnico y a la UNAM para continuar con sus estudios. El primero en darle los resultados fue el Colegio Militar. Decidió quedarse allí porque era internado y además le darían dinero para salir.

Mi padre ama su vida militar, supongo que fue una de las mejores decisiones que pudo tomar. Además, mi mamá también es enfermera militar. Si no fuera por eso, mis padres nunca se hubieran conocido y yo no hubiera nacido.


Me encantan las historias.

Sí, me encantan las historias pero no sé...últimamente no he podido contarlas.
¿Porqué será que es más difícil contar nuestra historia? Quizás por miedo.