Su imagen era más incómoda que mirar fijamente al Sol. Cada vez que la encontraba el silencio entre nosotras gritaba fuerte y claro.
No volví a escuchar su voz después del "nunca más me hables, gracias por echarlo a perder".
Ojalá todo hubiera sido diferente desde el primer día, no hubiera tenido que estrangularla.
lunes, 6 de junio de 2011
El fin
Salí a ver a Cristina a las 4PM, al pasillo, como habíamos quedado.
-Parece como si fueran las 11 de la noche, casi no puedo verte. ¿Qué está pasando?
-¿No es obvio? Debe ser el fin del mundo.-Dijo sonriente.
Entré a mi casa gritando el nombre de mi madre. No la hallé.
Corrí la cortina para buscarla afuera pero lo único que vi fue una ola enorme a punto de chocar contra el vidrio transparente.
-Parece como si fueran las 11 de la noche, casi no puedo verte. ¿Qué está pasando?
-¿No es obvio? Debe ser el fin del mundo.-Dijo sonriente.
Entré a mi casa gritando el nombre de mi madre. No la hallé.
Corrí la cortina para buscarla afuera pero lo único que vi fue una ola enorme a punto de chocar contra el vidrio transparente.
A veces me asusta mi imaginación...
...
Estaba a punto de dormir cuando escuchó ruedas justo afuera de su ventana, no ruedas grandes, pequeñas como de una carreola. Silencio y cayó profundamente dormida.
La alarma la despertó como un taladro perforando su cráneo. De un manotazo la apagó y se levantó torpemente de la cama.
Entró al baño para lavarse la cara cuando vio una gorda cucaracha intentando trepar por el lavamanos. Con miedo y asco buscó el insecticida en la gaveta y la mató. Tiró el cadáver en una bolsa de basura e indiferente se fue a desayunar.
Entró tocando el frío piso de la cocina con sus pies desnudos y se sirvió un plato de cereal acartonado sin prender la luz.
Finalmente se visitó y decidió despedirse de sus padres antes de ir a la escuela.
Ahí estaban los dos, recostados en su cama pero descubiertos, inmóviles. Con los párpados muy abiertos, como si estuvieran mirando directamente a los ojos de Dios.
Estaba a punto de dormir cuando escuchó ruedas justo afuera de su ventana, no ruedas grandes, pequeñas como de una carreola. Silencio y cayó profundamente dormida.
La alarma la despertó como un taladro perforando su cráneo. De un manotazo la apagó y se levantó torpemente de la cama.
Entró al baño para lavarse la cara cuando vio una gorda cucaracha intentando trepar por el lavamanos. Con miedo y asco buscó el insecticida en la gaveta y la mató. Tiró el cadáver en una bolsa de basura e indiferente se fue a desayunar.
Entró tocando el frío piso de la cocina con sus pies desnudos y se sirvió un plato de cereal acartonado sin prender la luz.
Finalmente se visitó y decidió despedirse de sus padres antes de ir a la escuela.
Ahí estaban los dos, recostados en su cama pero descubiertos, inmóviles. Con los párpados muy abiertos, como si estuvieran mirando directamente a los ojos de Dios.
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